¡QUÉ!

Qué de esta faca clavada en mi suspiro, qué si no estás

Qué si mi translúcido pensamiento me juega malas tretas

O qué si tu ser afable se confunde con camelo, qué, qué, qué.

Y qué, qué hago yo aquí, en la concreción  de mi tinta, derramando melancolía, respirando rosas blancas, siempre mejores que las rojas, hablando de tí o de mí, en esta sucesión ilógica, exenta siempre de lucidez.

Qué si un día, si un día es un día, un día, un comienzo un final, el génesis o el anuncio apocalíptico, un día más, un día menos,  qué, qué querido, si un día de mutis me abrazas y te digo lo que tanto espero oír de tu boca, qué si un día no funciona más, qué, qué, qué.

O qué si te sangro los labios y  te callo con un beso y  ahogada en luces rojas espero en tu mirada la respuesta de mi derrota o mi victoria, qué.

Qué, si en un abrupto,  me percato que éste, es un sueño que otro está soñando.

Lua.

 

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