NO ESTÁS

Esa foto tuya que me engaña, ese número en agenda que aún no borro, esa ropa tuya que me dicta tu olor y me transporta, ese “ring ring” infaltable en marzo de cumpleaños que ilusiona.

El eco de tu voz sempiterna en mi memoria, los acordes de guitarra que copio para seguir la misma línea por la que desfilaron tus dedos.

Un cuaderno con tu letra, tinta fresca torturante. Una canción con nombre de flor, un bolero bailable sin pareja.

Una taza de café sin acompañante, un carnaval sin mandolina, un pastel sin pastelero, un nombre que no llama a nadie.

Una risa que mi oído extraña, pero aún recuerda. Una mueca extraña que se replica en mi faz sobre el espejo.

Y los riachuelos, la lluvia, las botas, el asno, la alforja, los mosquitos pululantes, tu cara bajo sombra, un perfil grisáceo feliz, un recuerdo, que rebota en mi realidad, me cachetea la existencia, la nada.

Un “te quiero” mirando al cielo, esta letra que me desgarra el alma, letra que flagela, y que, en el punto final, me recuerda que ya no estás.

*Dedicado a mi padre, alma buena que partió de este mundo, pero que vive y vivirá en mi memoria el resto de mis días.

BALADA PARA UN LOCO

Camina resuelto por la acera,  se monta a una nube de letras y vuela sin horizonte, se deja perder en una tienda de vejestorios y se sumerge en la tinta de otros.

Sopla un diente de león con notas de ukele y tiene una guitarra que está aprendiendo a tocar, y canta, ay, como un campanero blanco, pero canta.

Capitán  brújula mágica, que se pierde, se re encuentra y siempre vuelve a donde el calor de un regocijo.

Tarará Tarará “¿En verdad que andamos locos?”, y  el coro de la vida a tiempo de trova con coplas jocosas.

Tarará Tarará,  desliza un  “Te quiero”  y se va, tambaleando el alma, dejando huella.

Sube a una silla, réplica imaginativa de la torre Eiffel, abre los brazos  y respira mientras el susurro del viento acaricia su tez, su mano extiende una invitación mientras dibuja una sonrisa, y quién le podría decir “no”. Baila con una, con dos, con tres, ya que va, baila, pero sólo yo lo veo, loco, loco, “Urra”, “Urra”, loco mío.

Y vive , me vive,  vivimos, que es más que sobrevivir colega, y vitoreamos mientras bordeamos el salón, y así, alzas los brazos mostrando ese tatuaje escrito en hebreo mientras cambias la rola porque casi siempre un pedacito de beso por despedida no se hace sin canción ajenamente apropiada.

Loco, camelador inconsecuente con un “Principito” como biblia bajo el brazo y ese vaivén de emociones con el a capela de un jazz mientras la nostalgia lo absorbe.

Y en el último acorde de un bandoneón, su voz canta, canta como si de eso dependiera su vida, y canta hasta hacer de la pieza un himno, y sigilosa me uno al show, y bailo, y cantas, y bailo, y así, loco tú, loca yo, loco mío.

Y por una calle estrecha se pierde él,  mezclándose en la niebla,  y la pieza le sigue, porque después de todo esta pieza, digo, esta  balada es suya,  suya desde el principio. Y se va, se pierde, y ésta balada, ésta, ésta balada sigue siendo suya.

Te ví

“Tac tac tac” los zapatos desgastados de la estudiante y ahí iba, caminando entre la  marejada de gente, un par de  bocinas exacerbantes , los árboles que hablan mientras camino  y el viento que intenta susurrar algo, “tac tac tac”, y el bolígrafo cae en la alameda, me dispongo a recoger al objeto responsable de la irrupción de mi ensimismamiento y, ¡Espera!,  ojos traicioneros, a dónde me llevan,  no puedo creerlo, y mientras me levanto con la respiración entrecortada, me pregunto, como haciendo replica a algún escritor que por ahí leí y he olvidado: “Quién es él, para quién es él”, y trato de descifrar lo indescifrable de lejos, de respirar el halo que desprende, de leerle los ojos. Él no me ve, quizá nunca lo haga, pero me fascina la sensación que recorre mi cuerpo y que lo escarapela al borde de hacerlo crepitar, así, con destellos absurdos y estúpidos de ilusión, y bueno,  mientras re incorporo la respiración, mis piernas intentan moverse, y en realidad ya no se mueven, flotan, estoy flotando , y así  flotando crucé el patio en el que mi mirada te descubrió y parece absurdo decirlo  pero  quizá pueda olvidar todo aquel día entero pero no las sensaciones de ese instante eterno y el espacio mío conjugado con el tuyo, podría olvidarlo todo, pero jamás , el momento en el que sencillamente y a toda plenitud, te ví.

MUJERCITA

¿Has visto esas siluetas, líneas, cuasi caricaturas moviéndose?, esas, en una especie de animaciones, en una especie de fotogramas, ¿Los has visto?, de esas que cuentan historias que mueven la vida en una sola visión y te conectan a tus recuerdos en un milisegundo, ¿Los has visto?. Pues bien, y lea bien el relato que voy a contarle, la historia de mi milisegundo:

Una línea que rápidamente se amolda a la silueta vigorosa y saltarina de una niña “moñuda”, moños pequeños y largos lazos, de cara pequeña y “aceitunada”, ojos chispas de chocolate(dulces, dulces), pómulos amplios sí, robustos, llenos de rubor y de alegría, cuerpo diminuto, sobre el que desfila la algarabía, un vestido inquieto y zapatos de charol, negros, negritos y brillantes como vuestra sonrisa, y en esa parte de la parte de mi mili segundo, me pregunto, ¿Quién no te podría querer?, pero bueno, sigamos; corres hacía mí, me sujetas de la mano me llevas por un camino de sol, luego paseamos bajo la lluvia, por el fango, el pantano, la tormenta, el arcoíris, y me acaricias la faz, me abrazas mientras te enseño el mundo en paráfrasis bonitas para no cansarte tanto y de pronto paro, para sacudirme el saco, porque ha parecido tan poco, pero el camino ha sido tan entretenido contigo, mi niña, que no me dí cuenta que el tiempo pasó, y ha sido buen tiempo, entonces, volteo, y está tan lejano, y tú, estás a mi lado, con la misma sonrisa brillante y esos ojazos dulces, pero, cambiaste, ahora, ahora eres más grande, más lista, más sabia, más bella, más dueña del mundo, más radiante, y me quedo perpleja, “tan-tan”, y me sacudes el rostro, me miras y “toc” me dices:¡“despierta”!, mientras sostienes mi mano, y te propones enseñarme el mundo, y no lo sabes, pero te dejo caminar delante mío, para verte, y te veo, y suspiro, porque queda buen camino, y va a ser un placer poder caminarlo contigo.

Y entre flores y un camino incierto en buena compañía, un milisegundo bajo los paréntesis de la nostalgia, la que me ha traído tu recuerdo, mi “mujercita”.

 

 

*Dedicado a Claudia, mi futura doctor, mi sobrina, y amiga.

ROMANZA DE INVIERNO

Francce, no creía que fuera lo suficientemente digna de él, caminaba sin mirarlo, y subrayaba el “inalcanzable”, de aquí hacia allá, de allá hacia acá, y lo último que se podría permitir era enamorarse de alguien así, tan , tan, tan ¡“perfecto”¡, sí, diez de diez o quizá nueve ,¡bah¡, no importa. Esa tarde, cuando las tareas arduas, sola en soledad, en el último intento por verse apoyada en el trabajo, nadie, nadie, absolutamente nadie, acudió al petitorio de ayuda.¡ALTO¡, él llego, sí, como para justificar el punto seguido, él, y su irisada sonrisa y su cabello tornasol y su risita tonta y su estúpida y gentil forma de ser , ¡”diablos”¡, porqué tendría que ser así conmigo, pensaba Francce, mientras él movía los estantes y los archivos de un lugar a otro, por ella, y bueno, no había respuesta, solo ganas de llorar y reír al mismo tiempo , y de sentarse y verle la cara, y darle un beso en acción de “gracias”, pero ya, esas eran solo ganas, porque el sueño distaba de la realidad y pisaba tierra y se repetía “no, no puedo quererte” y le dijo gracias, y ¡ya!, se cerró el telón y él elegante caballero, terminó la obra y se disipó en el espacio, misma ilusión que se evapora con el tiempo.

SONRISA CUADRADA

SONRISA CUADRADA

En la vulnerabilidad de la noche, la paradoja, una paradoja en vuestra sonrisa

Una sonrisa cuadrada y un tanto asimétrica, una sonrisa cuadrada, pero sonrisa después de todo

Entonces sonreías, así; cuadradamente,  y la fealdad se hacía belleza  y las aporías vertían conclusión, y yo “bobo, bobo” pensaba.

¿Para qué sirve una sonrisa ridículamente cuadrada?  “No lo sé, es más sincera” decías.

Sí, ¿di?, tenías razón, las sonrisas cuadradas son más vulnerables, así lo entiendo (ahora)

Ese cuadrado que corrompe la práctica ortodoxa de las sonrisas perfectas, que nos vuelven más nosotros, más vulnerables, más humanos

Esa sonrisa cuadrada que despierta códigos y duerme a la retórica, esa sonrisa, ésa, ésa.

Un cuadrado, cuasi perfecto, porque perfecto no es nada, pero tú, tan siempre tuyo y de todos, tú, tan dado a los demás, tan de dislate y de genialidad, tú, tú, “sonrisa cuadrada”, tú, tú y tu vulnerabilidad, retando a la perfección.

Una sonrisa, sí, una cuadrada y desvestías tu alma, y entregabas historias de pasos que parecían contados, de lunas que te faltaban vivir o llenar.

Sonrisa cuadrada enemiga del parsismo, amiga de los masones o de zafiros acorazonados, de mochilas llenas de recuerdos, de bares llenos de buenas almas, amante de la música.

Una sonrisa que no inventa, que ilumina, que refleja, que no miente, que te habla sin hablar, que te baila sin bailar, sí, que hace magia, transparente, etérea e inmortal.

Al término jadeante de éstas letras, el esbozo de tu sonrisa en mi memoria, ¡ah!, pero no cualquier sonrisa, yo no sé la del resto, pero la tuya siempre será cuadrada, mi “sonrisa cuadrada”.

 

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MI CASA VERDE

Tú siempre me has dicho que “la vida es bella” pero que es mejor cuando es verde

Has soportado vientos y fangos erosivos sobre  tu pasiva faz, sobre tu calma

Has compartido lluvias y primaveras, deleitado oídos y vista en soleadas tardes.

Un vaso de gélida agua de río, mate, un plátano molido, un café, cacao, harina inca, frugal mesa para tan  ostentosa amistad.

Cómo me recuerdas te decía, me contestabas; “llena de vida hermana mía, llena del sol”, y te quería más.

Y mírame, hasta huele a mar cuando te pienso, una langosta verde bordea el teclado convertido en hojas secas, y el viento artificial que me rodea me transporta a tus campos y terrados, “buongiorno bambina, buongiorno” y huele a madera seca y orquídeas de colores pasteles.

Una colina verde con final en morada verde, raíces fuertes, roble joven de alma vieja, pérfida solo al término sumisión, ráfaga de “stops” y “andiamos”, nube gris cargada de emociones, sol esplendoroso lleno de vida, tarde tenue cual suspiro de melancolía.

Niña ojos clorofila, ramas fuertes pero acogedoras, viento alisio, agua viva

Niña terra amante, niña buena, pétalo frágil, mejunje de cosas buenas.

Compañera de trova, pensarte es convertir a mi autopista en un campo verde, mi escalera en la colina que me lleva a un recuerdo tuyo, el bullicio en el crepitar de una noche tibia, mi camino en el vuelo de un cóndor, mi momento, este, en un descanso.

Yo sé ahora, que después de la fatiga de lo malo o bueno, habrá siempre un lugar donde reposar, una casa natu-colores, esa “cigla”, esa casa verde que me hace recordar, recordarte, tú, mi casa verde, mi casa verde, casa, verde, verde, casa, siempre, mi casa verde.

HISTORIA DE UN QUIZÁ

En esta historia no existen promesas, no existen adioses, ni besos, ni abrazos, ni manos estrechándose, ni pechos aprisionados, no hay lágrimas, ni ocasos, ni noches bajo las estrellas.

Existen talvez, quizá, un suspiro, sonrisas y deseos mutuos de todo lo anterior. Quizá, talvez, esa sensación de estar agradecidos, por encontrarnos en un punto quizá exacto, velando y ensalzando esos momentáneos sublimes, poetas bohemios, payasos locos, humanos imperfectos, inmortales de cierta forma.

No existe la foto en el buró, ni la etiqueta social de enamoramiento, no hay nada de eso, quizá ni señales de humo mutuas. Quizá, talvez, sí, una capa invisible de amor y odio, de encuentros y desencuentros letrados, de mi voz a tu espera, de mis notas reprimidas, de la sujeción de mi tinta a tus ojos.

Existe un deseo grande de felicidad mutua, tú y los tuyos, yo y los míos, un desprendimiento y desentendimiento que quizá nos hace de vez en cuando hasta extraños, quizá, talvez, magia y desencanto, un repelente y un imán que nos une de nuevo y de vez en cuando nos empuja a soñar, un sueño, ¡eso!, somos un sueño, un sueño quizá.

La concomitante apasionada, tu esbozo risueño, tu queja indirecta, tus pactos, confidencias, quizá todo eso, quizá.

No exista quizá, mi nombre sobre el resto de nombres, quizá exista, sí, una vida, en esta u otra, en el centro de una pista barroca, tú sosteniendo mi vida y yo la tuya y “tictac” vuestro acorazonado halo.

No voy a mirar más futuros contigo quizá, no de eso simples y absurdos con los que sueña el resto, voy aceptar el ahora, y en mi quizá, habré aceptado renunciar a tu presencia, pero jamás a tu alma.

Aún estoy segura que lo incierto es lo más tenebroso y quizá lo más emocionante de éste libro, de este sin sombre, de esta historia.

Quizá, señor mío, en mis pasados y mis futuros contigo, el acre y dulzura busquen entender que “amores” como este, son atardecer y amanecer, al mismo tiempo, quizá, quizá, quizá.

¡QUÉ!

Qué de esta faca clavada en mi suspiro, qué si no estás

Qué si mi translúcido pensamiento me juega malas tretas

O qué si tu ser afable se confunde con camelo, qué, qué, qué.

Y qué, qué hago yo aquí, en la concreción  de mi tinta, derramando melancolía, respirando rosas blancas, siempre mejores que las rojas, hablando de tí o de mí, en esta sucesión ilógica, exenta siempre de lucidez.

Qué si un día, si un día es un día, un día, un comienzo un final, el génesis o el anuncio apocalíptico, un día más, un día menos,  qué, qué querido, si un día de mutis me abrazas y te digo lo que tanto espero oír de tu boca, qué si un día no funciona más, qué, qué, qué.

O qué si te sangro los labios y  te callo con un beso y  ahogada en luces rojas espero en tu mirada la respuesta de mi derrota o mi victoria, qué.

Qué, si en un abrupto,  me percato que éste, es un sueño que otro está soñando.

Lua.

 

UN HOMBRE ADMIRABLE

Había un hombre, hay, un hombre que reía y cantaba de día, un hombre en la complicidad de la noche entregando sus penas al folio, descargando los hierros, sumergido en lo surreal.

Había un hombre, hay, un hombre magro luchando guerras perdidas, llorando su entrega y los pocos resultados, supérstite valeroso, corazón marcado, espalda acuchillada.

Un hombre erecto, ahora encorvado, errático y anticuado, noble, intelectual y negligente.

Había, hay, un hombre valeroso, culpado o inculpado, celebrado y decepcionado, bogando, bogando, ímpetu a mil.

Había un niño, buen niño, buen hijo; hoy, buen hombre, buen padre.

Había, hay, un  hombre volteando páginas, sonriendo, llorando, bogando, aún bogando.

Había, hay, un hombre que siendo todo lo anterior, guerrero de líneas infranqueables, entregó y entrega todas sus victorias a su única causa.

Había, hay, un hombre que llama “Familia” a su causa única.

Había, hay, un hombre, una familia, una historia escrita sin final concreto y un hombre trotando su batalla mientras mi tinta discurre.

Había, hay, un hombre, un hombre que admiro.